viernes, 15 de junio de 2007

El Amor . Cuestión De Asumir

Recuerdo con claridad aquel sábado de abril de 1998. Me encontraba en la casa de Elba Lucia (mi novia en ese tiempo) discutiendo en que podíamos ocupar el tiempo. Confieso que yo tenía algunas ideas no tan santas, las cuales ella las descarto de cajón. De repente, tomo el periódico del día y hallo que en casi todos los cines de la ciudad pasaban TITANIC; que hacia poco había arrasado con los premios Oscar (11 en total) y me sugirió que fuéramos a verla. Le presente todos los argumentos posibles para que desistiera: Que los cines estarían a reventar por que hace pocos días se había estrenado, Que desconfiaba de la calidad de la película, Que el guión cursi no me atraía y talvez el más importante que no quería perder tres hora de mi vida viendo un melodrama del cual no sacaría nada productivo. Después de escucharme por un buen rato, Elba solo me miro fijamente con esa mirada que perforaba mi ser, me acaricio el rostro y me tomo de la mano. Lo siguiente que recuerdo es que nos hallábamos en la cola del cine Benalcazar (que aun funcionaba) que llegaba hasta la avenida de los Shirys de la cual ocupábamos las últimas posiciones. Ante el enojo que tenía al encontrar tamaña aglomeración, ella se limitaba a darme besitos, que para que negar ayudaron a que la ira fuera menguando hasta finalmente desaparecer.
Conseguimos dos puestos en la luneta alta. En el cine no había donde poner un alfiler, rogaba al cielo que el sistema de aire acondicionado estuviera en óptimo estado para evitar “el olor a amistad” lo cual tampoco fue de la partida. Empezó el filme y el silencio invadió el lugar, la trama como lo había profetizado resulto de lo mas cursi. Al pasar la primera hora le dije a Elba que nos fuéramos. Ya que no aguantaba más lo empalagoso del filme. Ella se limito a apretarme el brazo y obligarme a que me sentará, lo cual accedí a regañadientes. Dos horas después enfuruñado en ese incómodo asiento que por poco me hace perder la raya del c..., me di cuenta que todo el cine era un solo lamento, todas las personas a mi alrededor lloraban a moco tendido. La señora que se hallaba delante mió por poco muere de un ataque de histeria al ver al Dicaprio con estalactitas en lugar de mocos. Le iba a comentar a Elba sobre el singular asunto cuando constate que ella también era parte del mismo. En ese preciso momento todo desapareció: la pésima película, la gente, el mal olor, absolutamente todo se esfumo. Verla así me dio una ternura que por mi carácter es muy difícil que aparezca, lo único que quería en ese momento es abrasarla consolarla y hacerla sentir segura, que supiera que solo me importaba nada mas que su bienestar. Al prenderse las luces seguíamos abrasados. Yo besaba su hermoso cabello rizado, mientras su cabeza descansaba entre mis brazos.
Estuvimos así hasta que la última persona abandono el cine. Continuamos de la misma forma por la calle hasta que el silencio nos ayudo a perdernos en la noche. La relación siguió por un tiempo, pero como siempre, lo que nace tiene que morir. Quedo entre nosotros una hermosa amistad que perdura hasta el día de hoy y muchos recuerdos. Pero de todos el mas significativo para mi fue este.

Muchos piensan en el amor como una quimera que hay que alcanzar, un sitio maravilloso el cual es preciso hallar, la meta de todas las ilusiones y la frontera de nuestros sueños. Esta constante búsqueda y juego del destino no solo nos desgasta al intentarlo una y otra vez .Al no encontrar respuesta muchas veces varia la concepción que cada individuo tiene del amor. Nos aferramos a cuestiones absolutas que nada tienen que ver con el carácter relativo del amor. El amor es tácito por que sencillamente queremos que sea así.

La verdad, el amor se asume. Y se asume en esos precisos momentos que es necesaria su ejecución. Somos nosotros los que decidimos cuanto y como amar. Somos los artífices de esos instantes mágicos que el amor tiene, en el cual vencemos nuestras limitaciones y nos entregamos de lleno. Por el cual salimos del aislamiento y claudican los egoísmos. Cuando nos sale todo, sin importar las lejanas consecuencias. Ante todo amemos. No le demos más vueltas aunque pensemos que es en vano. No es un sacrificio, es una cuestión de decisión. La decisión de entregarse y entregar Hacerlo hasta que el cuerpo aguante, no pensar en el tiempo, que nunca vuelve. Mejor dejarnos envolver; que ese huracán nos arrase. Amenos mientras podamos. Después puede ser tarde.

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